Apenas terminada la obra, Flora y Fauna comunican a los papás que sus niños pueden llevarse, de recuerdo, animalitos hechos con globos. Los infantes se dan vuelta hacía mí con una sonrisa de oreja a oreja, pero con un movimiento reiterado de cabeza les hago saber que no cuento con el dinero suficiente para comprar souvenirs. Cómo puedo y muy rápido le pongo las zapatillitas a la inquieta Catalina, busco mi bolso detrás de la silla y ZÁS! La nena desaparece!
Agarro a Lauti de la mano bien fuerte, antes de que la tierra también se lo trague, pero ya es demasiado tarde, efectivamente uno de los dos, HA DESAPARECIDO.
El tumulto de padres e hijos desesperados por sus globos amorfos no me deja divisar a la pequeña por ningún lado. Inundada en pánico y sin pensarlo un minuto más, empiezo a correr cabezas, a patear progenitores y a caminar en círculos buscando a la extraviada. Por allá al final, al lado de Flora, encuentro a la criatura con los ojos empapados en lágrimas, esperando que algún bondadoso payaso le regale una jirafa que con las escasas monedas de su niñera no puede comprar.
Nota 1: Todo este horroroso suceso no habrá durado más de 3 minutos.
Nota 2: No fue de rata, me olvidé la plata!
Nota 3: Yo no confiaría a mis hijos a quién escribió esto.
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